Estoy de verdad muy feliz y honrado por el lanzamiento de mi obra en Chile. Chile, como América Latina, en su conjunto es una tierra en movimiento, es una tierra dinámica; es una tierra de la cual podemos esperar la revolución que por ahora en el occidente europeo no es posible hacer. Tal vez podríamos decir que es sólo de la América Latina que puede llegar una verdadera revolución. Europa occidental está exhausto en su fase de “senilidad”: sufre el capitalismo en silencio, sin antagonismo, sin contrafuegos opuestos. En la América Latina, por el contrario, todo está en movimiento. Y es por esto que estoy verdaderamente feliz de poder publicar mis libros en su país, con la esperanza de poder dar un diálogo con el pueblo chileno, también con la esperanza de poder hacer una pequeña contribución, que como una pequeña llama pueda encenderse para crear las condiciones filosóficas de una revolución que pueda, como decía Block, pintar de azul; cambiar el estado de cosas en nombre de mayor ennoblecimiento, en nombre de una verdadera democracia socialista verdadera sustraída de la prosa redificarte del turbo-capitalismo globalista.
Y bien, mi pequeña contribución es intentar difundir los fundamentos de la filosofía idealista también en Chile, revisados y traídos a la luz de nuestro presente. “Ponerlos a la altura de nuestro tiempo”, como diría Gramsci. Mi intento teórico es el de someter al capitalismo a la crítica en el nivel ante todo filosófico. El capitalismo es una sociedad deshumana. y podremos decir la deshumanización integral de las relaciones humanas. Es decir, porque el capitalismo nos obliga a vivir y pensar de maneras que ofenden nuestra naturaleza humana. El hombre como “ser” Politikón, para estar de acuerdo con Aristóteles, no está de hecho construido, ni está pensado, ni está hecho para vivir solo en el horizonte de la producción y el consumo de mercancías. Es decir, lo que el viejo Marx llamaba “reificación” [cosificación]; y es que hoy más que nunca estamos arribando a un mundo en el que cada uno de nosotros se convierte en una empresa, en una startup para vivir, que debe potenciarse continuamente también a través de plataformas digitales. Toda nuestra vida se convierte en una empresa que produce plusvalía para el capital. De ahí la importancia de producir un desencantamiento respecto al encantamiento turbocapitalista y luego producir un reencantamiento hacia un sueño utópico de redención. Hay mucho más que capitalismo. El capitalismo no es un hecho ineludible. El conocido teorema formulado por Margaret Tatcher “there’s no alternative” revela aquí su propio valor prescriptivo: el capitalismo pretende situarse como destino y unificar las ideas de alternativas. Para que los habitantes de la cosmópolis totalmente cosificados acepten supinamente lo que hay no porque sea bueno, sea correcto, sino simplemente porque se piensa que no puede haber alternativas. Es decir, que el capitalismo pierde la estética de la perfección y gana la ideología de la intransformabilidad. De aquí la importancia de una filosofía idealista o, si se prefiere, del idealismo de Marx releído vía Hegel y Fichte, que piensa la existencia como historia y posibilidad, y no como un destino intransformable.
La realidad no es sólo “lo que hay” y, por lo tanto, debe aceptarse supinamente. La realidad, en cambio, es proceso, historia, movimiento. La realidad es “lo que hay” sumado a “lo que puede haber”. En otras palabras, lo real y lo posible. “El mundo – decía Giovani Gentile – es lo que no conocemos”. Fatum a non datur.
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